Si hay algo que me resulta fascinante de las rutas de bicicleta es cómo, en cada pedalada, uno se siente transportado no solo por los caminos, sino por la historia misma. Y en este caso, el itinerario hacia Aranjuez no es una simple travesía en bicicleta, sino un verdadero viaje a través de los siglos. Cuando el Padre Maestro Fray Martín Sarmiento, en 1755, habló del origen del nombre de Aranjuez, su hipótesis nos conecta con la antigüedad romana. Según él, el nombre de la ciudad deriva de ARAM IOVIS (el altar de Júpiter), lo que nos lleva a pensar en su relación con los templos romanos que alguna vez se erigieron en la zona. De hecho, Aranjuez fue un lugar de culto, donde los romanos veneraban a Júpiter Pluvio, el dios de la lluvia. Un viaje cicloturista por este territorio, entonces, no es solo un recorrido físico, sino un acercamiento a un pasado lleno de mitos, leyendas y rutas históricas.


ARAM IOVIS > ARA JOVIS > ARA DE JOVE > ARAM-JUEVES (es cierto que el día IOVIS/JOVIS se dice JUEVES) > ARAN-JUE-VS > ARANJUEZ o CAMPOS DE JUPITER por el templo que alli tuvo JUPITER PLUVIO, lo cual vendría mejor a ARINIOS, en latín ARANIIS, y no de origen árabe Aranzuet > Aranzuel > Aranzuege > Aranjuez

Si decides iniciar este recorrido en Toledo, te encontrarás con un territorio que también respira historia. Toledo, conocida como Toletum en tiempos romanos, fue la capital del reino visigodo y, siglos más tarde, se consolidó como un símbolo de la convivencia entre distintas culturas. Sin embargo, una de las grandes lamentaciones de quienes optan por esta ruta es la falta de una conexión ferroviaria accesible para bicicletas que permita disfrutar del trayecto desde Toledo sin complicaciones. A pesar de ello, este itinerario sigue siendo una de las mejores maneras de conocer la historia a través de los caminos.

En el año 2014 inicie este recorrido, y como en las ediciones anteriores, hemos decidido combinar rutas que nos conectan con la historia de los caminos romanos, visigodos y árabes. A lo largo de los siglos, estos senderos han sido testigos de la evolución de los pueblos que habitaron la península, desde los romanos hasta la reconquista de la ciudad por los cristianos. Los caminos nos guían a través de paisajes deslumbrantes y nos permiten revivir la experiencia de los antiguos viajeros que recorrieron estas tierras.


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DISTANCIA: 94 + 8 = 102 Km.

La ruta parte en las primeras horas del día, cuando los primeros rayos de sol iluminan el horizonte y el aire frío de la mañana nos llena de energía. En ese preciso momento, nos encomendamos a los Lares Viales —divinidades romanas encargadas de proteger las rutas y a los viajeros. Estos pequeños dioses de las encrucijadas, que eran venerados por los romanos, son parte de la rica mitología que acompañaba a los caminantes a lo largo de los caminos. Para nosotros, los cicloturistas, estos dioses se convierten en los guardianes que nos protegen y nos animan a seguir pedaleando mientras cruzamos este paisaje lleno de historia.

Aunque no todos tengan el lujo de contar con un tren accesible para bicicletas, la alternativa de llegar a Aranjuez es aún válida y, para muchos, más emocionante. Desde la estación de cercanías, uno puede seguir el curso del río Tajo hasta llegar a este enclave que, más que una ciudad, es un verdadero museo al aire libre de historia y naturaleza. Los palacios, los jardines y los vestigios de otras épocas nos acompañan mientras avanzamos en bicicleta, transformando cada kilómetro en una experiencia única.

Aranjuez, en su esencia, sigue siendo la joya que inspiró a poetas y escritores. Y ahora, en tu bicicleta, tienes la oportunidad de ser parte de esa historia, pedaleando a través del tiempo y del espacio, entre los campos que alguna vez fueron consagrados a Júpiter, y los senderos que conectaban a los pueblos de la península. Sin duda, un viaje que todo cicloturista debería realizar al menos una vez en la vida.





Siguiendo los Caminos de la Historia: De la Carrera Toledana a los Campos de Júpiter

Iniciamos el recorrido sobre la Carrera Toledana, dirigiéndonos al sur, rumbo a Carranque, para seguir avanzando hacia Cedillo del Condado. Al comenzar a descender por el Camino Real de Toledo, la niebla se cierra sobre el camino con una densidad tal que apenas se puede ver más allá de diez metros. En ese instante, uno agradece la tecnología moderna, pues, aunque el camino parece perdido en la bruma, el GPS nos asegura que seguimos el rumbo correcto. Aunque en este tramo no hay dudas, siempre es el mismo Camino Principal el que sigue trazando nuestra ruta, lleno de historia y misterio.


Conforme avanzamos, nos dirigimos a los Campos de Júpiter, lugares que se erigen como testigos de la antigua Roma. En ese momento, no podemos evitar invocar a los Lares, esas divinidades romanas protectoras de los caminos y las encrucijadas, hijos de Lara y Mercurio. La historia que rodea a Lara —o Larunda, la charlatana náyade que, por su indiscreción, desveló secretos de los dioses— es una leyenda que ha cruzado siglos. En su castigo, Júpiter le arrancó la lengua y, en un giro que parece tan cruel como real, la violó mientras ella no podía pedir ayuda. Pero, como sucede en muchos mitos, de la tragedia nacen nuevos seres: los Lares, gemelos protectores de los viajeros, que, según la mitología, danzan entre las encrucijadas y vigilan las ciudades.

Hasta Cedillo del Condado, la Carrera Toledana se mantiene en buen estado. A pesar de la niebla, el camino se hace cómodo y fluido, sin los temidos charcos de barro que complican la marcha. Sin embargo, al continuar el descenso hacia Cabañas de la Sagra, los arroyos creados por el paso de vehículos agrícolas nos ofrecen algunos obstáculos embarrados. En un rincón del camino, nos encontramos con una furgoneta atascada hasta las ruedas, cuyos ocupantes luchan por liberarla del barro, lo que nos recuerda que no siempre la travesía es fácil. A pesar de estos pequeños contratiempos, el recorrido sigue siendo accesible y encantador, y el sonido de los coches en la Carretera de Toledo nos avisa que hemos llegado a nuestro siguiente punto, Cabañas de la Sagra, un lugar donde el Camino Antiguo se encuentra con las modernas vías de comunicación.

Aquí, el camino continúa bajo el nombre de Camino de Olias, paralelo a la actual N-401, y luego se acerca a la línea del tren Madrid-Cáceres. Al llegar al kilómetro 59,5, cruzamos la vía férrea y tomamos el Camino de la Cañadilla, que nos llevará hasta Bargas, el único puerto de nuestra ruta. Al coronarlo, la niebla empieza a disiparse, y los primeros rayos de sol atraviesan el horizonte, despejando el aire helado de la mañana. Tras más de 35 kilómetros de niebla densa, que ha cubierto todo desde los guantes hasta la ropa, el calor de esos primeros rayos de sol es un alivio y un recordatorio de que la naturaleza siempre tiene la capacidad de sorprendernos.

Sin embargo, pronto nos sumergimos nuevamente en la niebla, mientras comenzamos el descenso hacia la ciudad del Tajo, pasando por las Dehesas de Valparaíso y Buenavista, para finalmente llegar a la Puerta de Bisagra, la entrada histórica a Toledo. Aquí, nos encontramos con una ciudad helada, envuelta en el manto blanco de la escarcha, pero a medida que tomamos algunas fotos y seguimos pedaleando, el frío comienza a desaparecer, y la vitalidad del recorrido vuelve a apoderarse de nosotros. La sensación es la de un viaje ininterrumpido entre la historia y la naturaleza, una travesía que ha atravesado milenios, desde la antigua Roma hasta la vibrante vida moderna de Toledo.


Toledo, la ciudad fundada por Hércules, nos recibe con su misticismo y su historia. A lo largo del recorrido, el río Tajo parece más que un simple curso de agua: es un río inundado de ninfas y leyendas. El paisaje de la zona sigue respirando la antigua presencia de Júpiter, un dios lujurioso y promiscua que, si bien dejó su huella en la historia mitológica, también marcó el destino de las tierras que rodean este río.

El itinerario original, que bordeaba la ribera del río Tajo y pasaba cerca del histórico Palacio de Galiana, se presenta como una de las rutas más pintorescas de este recorrido. Sin embargo, la espesa niebla que se agarra a las orillas del río, junto con el tiempo perdido en una travesía en la que la visibilidad es casi nula, hace que el trayecto sea más desafiante de lo esperado. La velocidad se reduce a medida que avanzamos, pues no es cuestión de arriesgarse a perder el camino en una niebla tan cerrada, que hace que todo el paisaje se disuelva en un manto gris. Esta falta de visibilidad me hace replantearme la opción de tomar la Carretera de Cuenca, un atajo más directo, hasta que sea imprescindible regresar a los caminos rurales, probablemente a la altura de Añover de Tajo.


Aranjuez: Tierra de Mitos y Conexiones Sagradas

Aranjuez, una ciudad cuyo origen se remonta al año 1197, fue donada por el rey castellano Alfonso VIII, cuñado de Ricardo Corazón de León, a los Caballeros de la Orden de Santiago. Esta donación, que se realizó dentro de los límites de la histórica tierra de Oreja, la antigua Aurelia romana, marcó el inicio de un vínculo sagrado entre el lugar y las tradiciones medievales. Casi dos siglos después, a finales del siglo XIV, los maestres de la Orden de Santiago establecieron allí la Mesa Maestral, un palacio o casa donde los Grandes Maestres de la Orden se retiraban a pasar sus jornadas de descanso. Este enclave, un paraíso de calma y reflexión, fue un lugar de poder y de símbolos, que guardaba en sus piedras no solo la historia medieval, sino una profunda conexión con los dioses de la antigüedad.

Una de las leyendas más intrigantes de Aranjuez es la que conecta a Santiago, patrón de la Orden, con el antiguo dios romano Júpiter. Esta relación, aunque no completamente explícita en los relatos populares, es respaldada por hechos históricos y arqueológicos. En la Catedral de Santiago, en una de las columnas de su actual edificación, se encuentra empotrada una inscripción latina dedicada a Júpiter, lo que sugiere que el templo original, dedicado al dios romano del trueno, fue uno de los cimientos sobre los que se erigió el culto al Apóstol Santiago. De hecho, se ha sostenido que la figura de Santiago, conocido como "el hijo del trueno" por su carácter impetuoso y decidido, guarda una estrecha relación con Júpiter, el dios que gobernaba el cielo y cuyos rayos se asociaban con la justicia y el poder divino.

La conexión entre Júpiter y Santiago no se limita solo a la inscripción. A lo largo de la historia, el cristianismo se apoderó de muchas de las festividades paganas, transformando templos dedicados a los dioses antiguos en lugares sagrados cristianos. Así fue el caso del templo romano dedicado a Júpiter, que en su día fue reemplazado por la iglesia dedicada a Santiago. Esto no solo tiene un sentido simbólico, sino también estratégico: al convertir el culto a Júpiter en uno cristiano, se eliminaba la veneración de los antiguos dioses y se facilitaba la expansión de la fe cristiana. En el siglo IX, cuando el culto a Santiago se consolidó en Galicia, se erigió su altar sobre los restos de un templo romano dedicado a Júpiter, con la colaboración del obispo Teodomiro, quien adaptó el culto del dios del trueno al del apóstol, llamado "Hijo del Trueno" en los evangelios.

En esa adaptación, no solo se convirtió un templo, sino que se reinterpretó toda una cosmovisión: el trueno de Júpiter, ese símbolo de poder divino y justicia, se fusionó con la figura de Santiago, quien, en la mitología cristiana, encarna la lucha contra las fuerzas del mal, representadas en la lucha contra los moros en la península ibérica. Esta historia, profundamente arraigada en la tradición medieval, es expresada en el lema de la Orden de Santiago: "Iracunda Iovem ponere fulmina", lo que podría traducirse como "Poner a Júpiter iracundo en el cielo para acabar con los moros mediante sus rayos furiosos". Los maestres de la Orden de Santiago se apropiaron de este simbolismo, convirtiendo la lucha contra los invasores musulmanes en una cruzada bajo el manto del poder de Júpiter, un dios de gran poder y autoridad.

Es curioso que un lugar como Aranjuez, donde confluyen los ríos Jarama y Tajo, haya sido elegido como la sede de la Mesa Maestral de la Orden de Santiago. Este enclave, considerado sagrado por su proximidad a dos cuerpos de agua, podría haber sido elegido específicamente por su relación con antiguos cultos de poder y protección. No es una casualidad que el rey Alfonso VIII, un monarca consciente de los símbolos religiosos, haya decidido conceder estos territorios a los caballeros de Santiago en lugar de a otras órdenes militares, como Calatrava o San Juan, que estaban más vinculadas a los reinos cristianos de la península. Este acto, además de ser un gesto de poder, también tenía un fuerte componente simbólico: la sacralización de un paraje regado por dos ríos, que ha sido el cruce de caminos de diversas civilizaciones a lo largo de los siglos.


La Ruta hacia Aranjuez: Entre Historia, Travesías y Recuerdos del Pasado

Opté por tomar el asfalto, consciente de que el terreno sería más fácil de recorrer, pero también sabiendo que el perfil, que en las pistas de tierra había sido relativamente plano, se transformaría en una continua ascensión durante los próximos 25 kilómetros. El reto culmina con el puerto conocido como Hito Alto, donde el viento frío y la resistencia del aire se convierten en los compañeros constantes de este tramo. A lo largo del camino, el paisaje se desliza junto a viejas estaciones de tren como Algodor, Villamejor y Castillejo, pero, lamentablemente, la niebla, aunque algo más dispersa, sigue dificultando la visión. Los contornos del paisaje se desdibujan, convirtiendo la experiencia en algo sombrío, un contraste con la belleza que, sin duda, podría haber brillado más de haber sido un día claro.

Al alcanzar Hito Alto, el camino nos regala un vertiginoso descenso hacia el río Tajo, para continuar en off-road por la Colada de Toledo, una vía verde conocida como el Canal de las Aves. Este tramo, en su mayoría, tiene un firme excelente para rodar, con la excepción de una trampa de barro en los primeros kilómetros, cerca del arroyo Gonzalo (una auténtica tomadura de pelo, por decirlo suavemente). Sin embargo, al dejar esa chocolatada atrás, el sendero se convierte en un deleite para el cicloturista, perfectamente transitable.

Nos encontramos en tierras de la Encomienda de Otos, bajo la protección histórica de la Orden de Calatrava. La Casa Capitular de esta orden, situada en el despoblado de Otos, en las cercanías de la Mesa de Ocaña de Ciruelos, guarda en sus ruinas vestigios de una historia llena de batallas y luchas. En este tramo, conocido como Castillejo, es donde los caballeros calatravos levantaron una torre o casa fuerte para vigilar las fértiles tierras que custodiaban los pasos del Tajo, ya fuera por las barcas que cruzaban el río o por el puente cercano. Mientras pedaleamos, seguimos casi paralelos a la vía del ferrocarril, avanzando hacia la estación de Las Infantas, un lugar que se convierte en el eje de este recorrido, en un rincón cargado de nostalgia y recuerdos.


En los Campos de Júpiter: Un Viaje a la Mítica Vega del Tajo

Nos dirigimos hacia los Campos de Júpiter, un territorio donde la historia y la mitología se entrelazan. En este viaje, nos encomendamos a los Lares, esas deidades gemelas romanas protectoras de los caminos y las encrucijadas. Hijos de Lara (o Larunda), una de las náyades o ninfas más conocidas, y Mercurio, el dios de los viajeros y mensajero de los dioses. Algunas versiones de la leyenda mencionan a Júpiter como el violador de Lara, lo que añade un trasfondo oscuro y perturbador a esta historia. Lara, conocida por su charlatanería, su nombre proviene del griego λαλέω ("hablar"), que alude a su naturaleza habladora. Era hija del dios-río Almón, famosa por su belleza, pero también por su incapacidad para guardar secretos, lo que la convirtió en una figura fascinante pero también problemática.

La historia nos cuenta que Júpiter, cautivado por la belleza de la ninfa Yuturna, no pudo satisfacer sus deseos, ya que ella, al sentir su acoso, se arrojó al Tíber para esconderse de él. Sin embargo, el dios no se rindió y pidió la ayuda de todas las náyades para evitar que Yuturna escapara. Todas ellas obedecieron, excepto Lara, quien, incapaz de guardar silencio, acudió a Juno, la esposa de Júpiter, y le reveló los secretos de su esposo. Como castigo por su indiscreción, Júpiter le arrancó la lengua y ordenó a Mercurio que la encerrara en los infiernos. En algunos relatos, incluso se menciona que la violó, aprovechando su incapacidad para pedir auxilio, lo que representa una de las muchas atrocidades perpetradas por los dioses en las leyendas de la antigua Roma. Según Ovidio, en sus Metamorfosis, esta historia refleja la violencia de género cometida por figuras divinas.

De esta tragedia nacieron dos gemelos, llamados los Lares, quienes fueron destinados a proteger las encrucijadas y vigilar las ciudades, convirtiéndose en guardianes invisibles de los viajeros. Estos Lares, hijos de la infeliz Lara, fueron considerados seres benignos que velaban por el bienestar de los caminantes y los hogares, una figura que aparece a lo largo de toda la mitología romana como símbolos de protección y salvaguardia.


Este episodio mítico bien podría haberse enmarcado en la rica vega del río Tajo, una región cargada de historia, donde se encontró un ara dedicada a las Ninfas Varcilenas (Nymphis Varcelens). A medio camino entre Toledo y Aranjuez, en el término de Añover de Tajo, se encuentra la Dehesa de Barciles, también conocida como el despoblado de Barcilés. Este lugar toma su nombre del apelativo Varcilenses y formó parte del Real Bosque de Aranjuez, un territorio que fue constituido por Carlos I y ampliado por su hijo Felipe II. Este bosque, con sus vastas extensiones de terreno, fue declarado propiedad real y más tarde pasó a ser una parte integral de los paisajes de Aranjuez. La Dehesa de Barciles, en su tiempo, fue un lugar lleno de vida, donde las historias de la naturaleza, los dioses y los hombres se fundían en el paisaje.

La conexión entre este paraje y los Lares es evocadora. La Dehesa de Barciles, como parte del Real Bosque, refleja esa simbiosis entre lo natural y lo divino que caracterizó a muchos de los antiguos territorios sagrados. Estos campos, a lo largo de la historia, fueron testigos de rituales y creencias, donde los hombres rendían homenaje a los dioses protectores de las tierras que pisaban, como los Lares, encargados de velar por la seguridad y la prosperidad de los caminos.

La estación de Las Infantas es, sin duda, un símbolo de la transformación que vivió esta zona. A escasos 8 kilómetros de Aranjuez, la finca de Las Infantas vio la necesidad de contar con un apeadero tras la inauguración del ferrocarril Aranjuez-Madrid en 1851. A partir de ahí, comenzaron a proyectarse nuevos tramos ferroviarios, como el Aranjuez-Tembleque en 1853 y el Aranjuez-Alicante en 1858. El apeadero, que se construyó cerca de la Casa de Manzanera, pasó a ser conocido como la Estación de Las Infantas, aunque su edificio original era mucho más sencillo que el que hoy podemos admirar. En el último cuarto del siglo XIX, Las Infantas fue constituida como pedanía, con su propio alcalde pedáneo, aunque actualmente es parte del municipio de Aranjuez. Curiosamente, posee su propio código postal, el 28312, lo que la hace única frente al resto de la ciudad.

Sin embargo, la historia de Las Infantas ha sido marcada por la pérdida significativa de población y la reestructuración de los servicios ferroviarios. Hoy en día, la estación se encuentra completamente inutilizada y en ruinas, una sombra de lo que alguna vez fue un importante punto de paso. Desde allí, comienza un viejo asfalto que nos lleva hasta Aranjuez, trayendo consigo recuerdos de una época pasada. En este tramo, había una pista que conectaba con la barca de Añover de Tajo, un transporte movido por motor de sangre que, desafortunadamente, desapareció hace años debido a una tormenta. Tuve el privilegio de visitarla cuando aún estaba operativa, una experiencia única para los cicloturistas, que podían cruzar el Tajo de una orilla a otra.


Entre Cotos de Caza, Misterios Históricos y Desafíos para el Ciclista

Ya casi hemos llegado, pero el recorrido aún guarda sorpresas. Desde Las Infantas, nos adentramos en el corazón del mayor coto de caza de la Comunidad de Madrid, una finca donde los príncipes, reyes y jerifaltes de turno disfrutan de su privilegio. Este coto, conocido como La Flamenca, es un escenario que bien podría haber formado parte de la famosa Escopeta Nacional. Un terreno forestal por donde, en su día, discurría el Antiguo Camino de Segovia a Ocaña, una vía que unía Castilla La Vieja con la Mesa de Ocaña. Sin embargo, este camino ha sido privatizado por terratenientes como Manuel Falcó Anchorena, el VI Duque de Fernán Núñez, quien ha colocado un letrero que proclama “CAMINO PRIVADO”, a pesar de que el Catastro lo señala como una vía de uso público. Este tramo de camino es histórico, ya que fue utilizado por la reina Isabel La Católica en su viaje desde Toro hasta Uclés, para evitar que se celebrara la elección del Gran Maestre de la Orden de Santiago. Es vergonzoso que un 75% de Terreno Forestal en esta región esté en manos privadas, mientras que solo un pequeño porcentaje pertenece a entidades locales o a la Comunidad de Madrid.

A medida que me acerco a la Estación de Aranjuez, pasando por las primeras casas del Real Sitio, la ruta me lleva a la Avenida del Palacio Real, donde, al final, se erige imponente la fachada del Palacio Real. Detrás de este palacio, se encuentra la isla formada por el río Tajo y el canal de los antiguos molinos, un lugar que originalmente sirvió como jardín de la casa de los Grandes Maestres de la Orden de Santiago. Este jardín fue renovado por Felipe II en 1564, quien ordenó darle una forma más elegante, adornándolo con varias fuentes dedicadas a los dioses del Olimpo, con la notable excepción de Júpiter, el dios tronante. En el Jardín de Neptuno, una de las fuentes más célebres de Aranjuez, originalmente encargada para el Alcázar de Madrid y trasladada a Aranjuez en el siglo XVII, podemos encontrar seis pedestales, pero uno de ellos, el que representaba a Júpiter, se ha perdido con el tiempo. Es curioso que, en este jardín cargado de simbolismo mitológico, no haya una fuente dedicada a Júpiter, el rey de los dioses.



Entre estos jardines se esconde una estructura deliberadamente triangular, que ha dado mucho que pensar entre los historiadores y amantes de los misterios. ¿Qué mensaje oculta esta disposición? ¿Qué quiso expresar Felipe II, el “rey de negro”, con la construcción de este jardín? Algunos sugieren que la disposición del jardín sigue el patrón del "Sueño de Polifilo" o el "Hypnerotomachia Poliphili", un tratado renacentista lleno de simbolismo oculto. Muchos especulan que, en algún lugar del jardín, se esconde un ARA dedicada a Júpiter, un altar que solo los iniciados de alguna sociedad secreta podrían descubrir. Curiosamente, varias sociedades secretas, como la Hermandad de la Sábana Santa, la Société Angéliqué o la Sociedad Agla, vinculadas a misterios de la “niebla” (del hebreo Nefhes, que significa “alma” y en griego “niebla”), han estado asociadas con este lugar. Escritores y artistas como Alejandro Dumas, George Sand, Gerard de Nerval y Julio Verne, así como maestros de la pintura como Delacroix y Poussin, estuvieron vinculados con estas sociedades, lo que añade un halo de misterio a los jardines y a la historia de Aranjuez.

En la misma línea de enigmas, me encontré con un miembro de seguridad del Patrimonio Nacional mientras tomaba fotos en la plaza ovalada frente a la fachada del Palacio. Me informó que no podía montar en bicicleta allí, lo que me dejó perplejo. ¡¿Cómo?!, si estaba vacío, y había entrado a pie sin problema alguno. Es una pena que, como cicloturista, no podamos disfrutar de los Jardines del Príncipe, una de las grandes joyas de Aranjuez. Este espacio, declarado Patrimonio de la Humanidad, parece estar vedado para los amantes del velocípedo, lo cual es una verdadera lástima.

Finalmente, tras este recorrido lleno de historia y misterio, me dirijo a la Estación de Aranjuez, desde donde tomaré un transbordo en Atocha para llegar a Humanes de Madrid, y desde allí continuaré en mi bicicleta hasta Serranillos. Aunque la ruta ha estado llena de desafíos, simbolismo histórico y ciertas restricciones para los ciclistas, no puedo evitar sentirme satisfecho por haber recorrido tan emblemáticos lugares, entre los cuales se funden las huellas de los caballeros de la Orden de Calatrava, los ecos de la Guerra Civil Española y los vestigios de sociedades secretas que siguen guardando sus misterios en los jardines de Aranjuez. Sin duda, esta ruta me ha ofrecido más que un simple trayecto; ha sido un viaje a través del tiempo, donde historia, mitología y misterio se entrelazan en cada kilómetro recorrido.