El Parque Nacional de Cabañeros es uno de los espacios naturales protegidos más valiosos de España, situado entre las provincias de Ciudad Real y Toledo, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Alberga una de las mejores representaciones del bosque mediterráneo, con una gran diversidad de fauna y flora, y unos paisajes que combinan la suavidad de las rañas con la rudeza de las sierras. Entre sus muchos atractivos, destaca la ruta del Chorro de Navalucillos y la Chorrera Chica, un itinerario que recorre la zona más montañosa y húmeda del parque, donde se pueden admirar dos espectaculares cascadas y algunas especies vegetales singulares en estas latitudes.


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La ruta del Chorro de Navalucillos y la Chorrera Chica tiene una longitud total de 12 kilómetros, ida y vuelta, con un desnivel acumulado de 380 metros. Se trata de una ruta de dificultad media-baja, apta para cualquier persona con una condición física normal y acostumbrada a caminar por el campo. El tiempo estimado para realizarla es de unas cuatro horas, sin contar las paradas para descansar y disfrutar del entorno.



El camino hacia el Chorro de los Navalucillos no es para los débiles de corazón. Desde el inicio, cuando se adentra uno en el denso bosque mediterráneo que rodea el parque, se siente una mezcla de emoción y respeto por la naturaleza que nos rodea. El crujir de las piedras bajo nuestros pies parece ser la única compañía en este mundo primitivo, donde el hombre se convierte en un mero espectador de la majestuosidad de la tierra.




El punto de inicio se encuentra en la caseta de información situada en el límite del Parque Nacional, a la que se accede tomando un desvío cerca del punto kilométrico 16 de la carretera CM-4155, que une las localidades de Los Navalucillos y Las Becerras. Allí se puede dejar el coche en un aparcamiento habilitado y recoger un folleto interpretativo de la senda. También se recomienda informarse y anotarse para un adecuado control y desarrollo de la visita.


Desde la caseta, se sigue una pista forestal que atraviesa un matorral mediterráneo dominado por jaras y brezos. A los pocos minutos, se llega al arroyo de la Arañosa, donde se aprecia el contraste entre el bosque de ribera y el encinar que cubre las laderas. En este tramo se pueden observar especies como fresnos, sauces, arraclanes, arces, castaños y algunas joyas botánicas como el tejo y el acebo, vestigios de climas más fríos y húmedos.

La pista continúa ascendiendo suavemente hasta cruzar por segunda vez el arroyo del Chorro, que da nombre a la ruta. Aquí se inicia una senda más estrecha y empinada que se adentra en un denso encinar salpicado de helechos, brezos, enebros y mostajos. El sonido del agua acompaña al caminante hasta llegar a la primera cascada. A medida que avanzamos, el sonido de un murmullo constante comienza a llenar el aire. Ese susurro es la promesa del destino final: el Chorro de los Navalucillos. El rugido del agua se hace más fuerte a medida que nos acercamos, y finalmente, lo vemos. Un espectáculo impresionante: una cascada rugiente que se precipita desde lo alto de los acantilados hacia una poza de aguas cristalinas de 18 metros de altura.





La vista es tan sorprendente que uno no puede evitar detenerse y contemplarla. Las aguas del Chorro caen con una fuerza inquebrantable, creando una cortina de gotas que brilla bajo el sol. A su alrededor, la vegetación exuberante y los musgos verdes añaden un toque de frescura a la escena. Aquí, en este rincón escondido de Cabañeros, la belleza de la naturaleza se muestra en todo su esplendor.

Tras reponer fuerzas, se reanuda la marcha siguiendo el curso del arroyo por un sendero que discurre entre pedrizas y vegetación. A lo lejos se divisan las cumbres del macizo del Rocigalgo, el punto más alto de los Montes de Toledo con 1448 metros. Después de unos 45 minutos desde el Chorro, se llega a la segunda cascada, la Chorrera Chica, que aunque más pequeña que la anterior, no tiene nada que envidiarle en belleza. El agua se desliza por una ladera cubierta de musgo y vegetación hasta formar una poza cristalina rodeada de robles melojos o rebollos. Este es el final del itinerario oficial, aunque los más aventureros pueden continuar hasta el Rocigalgo por un sendero no señalizado que parte desde aquí.




Cada paso es una oportunidad para conectar con la tierra, para sentirnos parte de este mundo primitivo que ha sobrevivido al paso de los siglos.



El regreso se hace por el mismo camino hasta la caseta de información, disfrutando nuevamente del paisaje y la naturaleza. Es posible que durante la ruta se encuentren algunos animales típicos del parque, como ciervos, jabalíes, zorros, tejones, ginetas o garduñas. También es frecuente ver el vuelo de las rapaces, como buitres leonados, águilas reales, halcones peregrinos o búhos reales. Sin duda, se trata de una ruta que ofrece una experiencia única e inolvidable para los amantes de la naturaleza y la aventura.



El Chorro de los Navalucillos es una experiencia que deja una huella imborrable en el alma. Es un recordatorio de la grandeza de la naturaleza y de nuestra responsabilidad de protegerla. Al igual que los exploradores de antaño, quienes se aventuraban en tierras desconocidas en busca de maravillas naturales, nosotros, los viajeros modernos, tenemos la oportunidad de descubrir y preservar estos tesoros escondidos en el Parque Nacional de Cabañeros.



Es una ruta que no deja indiferente a nadie y que merece la pena hacer al menos una vez en la vida. 

Así que, si alguna vez sientes el llamado de la naturaleza y el deseo de explorar un rincón olvidado del mundo, no busques más allá del Chorro de los Navalucillos. En esta ruta senderista encontrarás una aventura que te transportará a un mundo de belleza indomable y paisajes espectaculares, donde la magia de la tierra se revela en cada paso que das.