"Pues todos los que esta vida vivimos somos caminantes..." Así iniciaba su prólogo Pedro Juan Villuga, un valenciano del siglo XVI que, con una obra "hasta agora nunca visto", se propuso resolver el eterno dilema del viajero: ¿por dónde ir y qué tan lejos está? 

El resultado de su esfuerzo fue el Reportorio de todos los caminos de España (1546), una joya de la prosa didáctica que se convirtió en la primera guía caminera publicada en la Península Ibérica.

 

DISFRUTA DE LA EDICIÓN FACSIMILE A CONTINUACIÓN:

El GPS de Bolsillo del Renacimiento 

Imaginemos la España de 1546. Los viajes de medias y largas distancias, que antes estaban reservados a reyes y princesas, comenzaban a generalizarse. Los Reyes Católicos habían sentado las bases de la seguridad (Santa Hermandad) y facilitado el transporte de mercancías (Real Cabaña de Carreteros). Este aumento en la movilidad generó una demanda palpable de información fiable sobre las rutas. 


En este contexto de ebullición, surge el Reportorio 

1. Formato Práctico: El libro fue diseñado pensando en la utilidad inmediata. Se publicó en Medina del Campo y presentaba unas dimensiones modestas (14 x 10 cm), lo que le confería la característica de un "libro de bolsillo", ideal para ser consultado en ruta. 

2. Un Correo con Experiencia: El autor, Pero Juan Villuga, valenciano, no era un simple teórico. Ostentaba el importante cargo de Correo Mayor (o Correo del Consejo de Estado, órgano supremo en el gobierno de la España de los Austrias). Esta función le exigía un "continuo exercicio de [su] larga peregrinación", convirtiéndolo en un gran conocedor de los Caminos de España a mediados del siglo XVI. El propio Villuga afirmaba en su prólogo que su "larga peregrinación por toda España ha sido la maestra" en la certificación de los caminos. 

3. Objetivo Didáctico: La intención de Villuga al publicar su obra era clara: ser utilizada como una guía de viajeros. Quería quitar "no poca congoja y solicitud" a los caminantes, quienes a menudo se perdían o sentían que sus viajes se hacían "muy largos de lo que son y muy trabajosos" por haber sido informados "falsamente y de oídas". El libro prometía el "cierto y verdadero camino y distancia que de una parte a otra hay". 


¿Cómo Funciona el Reportorio? La Anatomía de un Itinerario 

El Reportorio no contiene mapas, sino una extensa recopilación de viajes o itinerarios. La obra contiene 139 itinerarios diferentes, que en total sumaban unas 5.858 leguas. 

Cada ruta se describe con precisión de notario: 

Título del Camino: Se enuncia el título indicando el origen, el destino y el número total de leguas que los separan. Por ejemplo: "Ávila para Segovia, ay leguas X". 

Puntos Intermedios: A continuación, se detalla la relación de los lugares y las ventas por las que se ha de pasar. Estos puntos incluyen ciudades, villas, ventas y puentes. 

Distancias Parciales: Junto al nombre de cada estación, se menciona el número de leguas o medias leguas que la separa del punto precedente. 

El Misterio de la Legua 

Para el lector moderno, una de las mayores complejidades de la guía es su unidad de medida: la legua. Villuga emplea números romanos para expresar las distancias. 

La legua era una unidad de distancia itineraria que, generalmente, se entendía como la distancia que un hombre podía recorrer en una hora. Sin embargo, su valor era flexible y, de manera informal, se decía que había "leguas que eran tan grandes que valían por dos y algunas otras tan pequeñas que se podían contar como medias". Un cálculo rápido comparativo con distancias actuales por carretera da a la legua valores entre 5 y 9 km. En el caso del valenciano, se estima que sus leguas podrían estar alrededor de 5.5 a 5.7 kilómetros. 



Viajes de Negocio y de Devoción 

La red viaria descrita por Villuga abarcaba rutas principales que unían los grandes centros comerciales y políticos de la época. Por ejemplo, la guía cubre caminos importantes como la ruta de Valencia a Salamanca y la de Valencia a Alcalá de Henares, pasando por puntos cruciales de la Meseta. 

Además de su uso comercial y logístico, Villuga le añadió un toque de piedad y espiritualidad, lo que le da un aire medieval. Para tener a la Iglesia contenta y servir de inspiración a los viajeros, el Reportorio incluía itinerarios a "las seys casas angelicales de Nuestra Señora": 

1. Nuestra Señora de Montserrat (Barcelona). 

2. Nuestra Señora del Pilar (Zaragoza). 

3. Nuestra Señora del Sagrario (Toledo). 

4. Nuestra Señora de Guadalupe

5. Nuestra Señora de la Peña de Francia

6. Nuestra Señora la Blanca (Burgos). 

El autor animaba a los lectores a usar estos trayectos para que, "llegando a semejantes lugares se acuerde de hazer oración y encomendarse a quien también los puede socorrer y ayudar"


Una Herencia Cartográfica Vívida 

El Reportorio es de suma importancia histórica. No solo fue la primera guía de caminos de España, sino que también sirvió como una fuente documental de gran valor para la recuperación de rutas antiguas, tanto romanas como medievales. 

Sus itinerarios se basan en una rica tradición caminera, aprovechando rutas antiguas (como la Vía Augusta en tramos valencianos) y continuidades históricas. Es considerado un antecesor directo de los atlas viarios y fue la base para la confección de mapas posteriores de la Península Ibérica. Por ejemplo, el cartógrafo croata Vinko Paletin lo usó indudablemente como fuente para su mapa de 1551, una influencia que se confirma al comparar los topónimos conquenses recogidos en el Reportorio con los que aparecen en la copia de Hyeronimus Cock de 1553. 

Treinta años después de su publicación, Alonso de Meneses, también Correo, lanzó su propio Reportorio de Caminos (1576), que compartía gran parte de los itinerarios de Villuga, aunque con algunas adiciones y omisiones. Esta continuidad en las reimpresiones y adaptaciones, que se extendió hasta finales del siglo XVII, confirma el éxito y la perdurabilidad del género inaugurado por Villuga. 

El Reportorio de Pedro Juan Villuga es, por tanto, mucho más que una lista de pueblos. Es una instantánea del paisaje, la logística y la mentalidad de los viajeros en el apogeo del Imperio español, un legado fascinante que nos permite, cinco siglos después, recorrer virtualmente las sendas que "hasta agora nunca vistos" le valieron a su autor la gloria de ser el primer guía de carreteras de España. 

 


Análisis detallado del Prólogo del Reportorio (1546) 

El prólogo, dirigido al "studioso y curioso lector", es la declaración de intenciones de Villuga (un valenciano que fue Correo Mayor del Consejo de Estado), explicando por qué, en 1546, decidió publicar la que se considera la primera guía de carreteras de la Península. 

Aquí desgranamos su mensaje, reviviendo el propósito de esta obra didáctica: 

Fragmento del Prólogo (Villuga, 1546) 

Análisis y Significado Histórico 

"Andando escudriñando con la pobreza de mi ingenio como pudiese hacer algún buen fruto y provechoso servicio al curioso lector," 

Villuga comienza con modestia ("pobreza de mi ingenio"), pero con una clara ambición: proporcionar un servicio útil al público. Esto revela el carácter de prosa didáctica de su obra, orientada a la utilidad práctica para el viajero ("curioso lector"). 

"y deseoso de saber no cosas vulgares sino por la experiencia muy notorias:" 

El conocimiento que ofrece no es teórico, sino basado en la experiencia directa. Como Correo Mayor, tuvo un acceso privilegiado y constante a los caminos de España a mediados del siglo XVI, lo que respalda la "certeza" de sus datos. 

"parecióme ser cosa conforme a nuestro apetito (pues todos los que en esta vida vivimos somos caminantes)" 

Utiliza una metáfora universal: la vida como un camino o peregrinación. Esta idea, de profunda raigambre espiritual y medieval (como la referencia a Gonzalo de Berceo), hace que la guía de caminos sea relevante para "todos los caminantes". 

"reducir a un orden y concierto todas las ciudades villas y lugares y hasta las ventas que en España hay, poniendo el cierto y verdadero camino y distacia que de una parte a otra hay," 

Este es el propósito fundacional de su Reportorio: ordenar la caótica red viaria de España. El libro registra ciudades, villas, lugares, y hasta las ventas y puentes, indicando la distancia (en leguas o medias leguas) entre ellos, ofreciendo así el "cierto y verdadero camino". 

"de la cual certidumbre de los caminos diversos mi larga peregrinación por toda la España ha sido la maestra." 

Reitera que la fuente principal de su información es personal y empírica. Su conocimiento detallado de las vías proviene de su "larga peregrinación", esencial para verificar la "certidumbre" de las distancias. 

"Y por tanto pienso que tomando el consejo de este mi Reportorio para caminar a unas partes y a otras no poca congoja y solicitud quitara a los caminantes" 

El beneficio directo es reducir la angustia y el estrés del viaje. Los caminos del siglo XVI eran irregulares y difíciles, y tener una guía precisa disminuye la incertidumbre y el temor a perderse. 

"los cuales por ser informados falsamente y de oidas como dicen, pierden muchas veces los caminos o ya que no los pierden haceseles muy más largos de lo que son y muy trabajosos por aver sido engañados en su pensamiento," 

Villuga ataca la desinformación oral ("de oídas"). La falta de conocimiento exacto hacía que los caminos parecieran más largos y, por ende, más difíciles o "trabajosos". Su guía busca la certeza para evitar este engaño mental. 

"y esto juzguelo los que en ello se han visto, asi mismo podrá muy bien decir el que de este Reportorio se quisiere aprovechar, aquel refrán castellano muy usado entre los que caminan, quien lengua ha a Roma va, porque con mas certidumbre se tomara lengua del que no de oidas como ya tengo dicho." 

Aquí introduce un refrán conocido ("quien lengua ha a Roma va") para enfatizar la importancia de tener información fiable. Su obra se convierte en el "lenguaje" certero para el viajero, superando los rumores. 

"Volviendo pues a nuestro propósito el presente libro titulado Reportorio de los Caminos se ha de leer por las ciudades villas y lugares dentro de la redondez de España desde el castillo de Salsas, y van por sus legas de una en una y de media en media a Santiago y a Lisboa y a Sevilla y a Granada, y a la muy noble ciudad de Valencia y Barcelona etc." 

Villuga define el ámbito geográfico de la obra, desde el Castillo de Salses (en el extremo nororiental de España). Menciona los destinos principales que cubren sus 139 itinerarios, incluyendo Santiago de Compostela, Lisboa, Sevilla, Granada, Valencia y Barcelona. La medición se realiza en leguas enteras y medias leguas. 

"Asimismo puedan visitar las seis casas angelicales de nuestra señora viendo por el por donde andeis, que es a Nuestra Señora de Monserrat, a Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, a Nuestra Señora del Sagrario de Toledo y a Nuestra Señora de Guadalupe, a Nuestra Señora de Francia y a Nuestra Señora la Banca en Burgos." 

Introduce el elemento devoto y religioso. Además de las rutas comerciales y políticas, la guía incluye itinerarios hacia los santuarios marianos más importantes ("seis casas angelicales"), mostrando un "mayor espíritu devoto" que otros autores posteriores. 

"He querido aquí contar estas santas romerías para despertar a los devotos caminantes para que llegando a semejantes lugares se acuerde de hazer oración y encomendarse a quien también los puede socorrer y ayudar." 

La mención de estas romerías no es solo informativa, sino una motivación espiritual para que los viajeros recen y se encomienden a la Virgen. 

"Por no ser prolijo sola una cosa al discreto lector quiero aquí avisar por dar fin a mi prólogo y es que si algunas faltas se hallare en el libro por estar algunos vocablos corruptos o no bien acertados en sus propios nombres, atribúyalo a la diversidad de las lenguas las cuales solo un hombre no pue-de perfectamente entenderlas y no a la culpa del autor pues la intención es buena." 

Villuga concluye con una disculpa preventiva. Reconoce que puede haber errores en la transcripción de topónimos ("vocablos corruptos") debido a la diversidad lingüística de la Península. Pide al lector que, considerando la "buena intención" del autor, sea benévolo y atribuya las faltas a las lenguas y no a su negligencia.