no e-bike

En los tiempos que corren, cuando el orbe parece girar al compás de las tecnologías emergentes y el clamor por una vida menos agitada, pero paradójicamente más ágil, emerge una contracorriente nostálgica que bien podría haber sido trazada por la pluma de algún novelista de antaño, sumido en sus reflexiones sobre el valor de lo auténtico frente a lo artificial. Es en este escenario donde se inscribe el debate sobre las e-bikes, esas bicicletas eléctricas que, a ojos de algunos, simbolizan un avance, y para otros, un retroceso en nuestra relación con el esfuerzo físico y la movilidad.


La cuestión de la sobreabundancia

La cuestión radica, en esencia, en una sociedad que está bien alimentada y en realidad sobrealimentada, hay mucho margen para convertir esas calorías sobrantes en energía utilizable. En este reino de excesos, donde las calorías se acumulan con la misma facilidad con que se desechan oportunidades de oro para quemarlas, surge la pregunta: ¿es realmente necesario asistir al pedaleo con motores eléctricos cuando nuestros propios músculos están sobradamente capacitados para la tarea?.

Recordando el pasado

Recordemos, no sin cierto asomo de melancolía, aquellos tiempos en que las bicicletas eran meramente eso, vehículos propulsados por la fuerza de nuestras piernas, máquinas de eficiencia pura donde el único combustible era la voluntad y el vigor de quien las montaba. Los fabricantes, en un alarde de ingenio, decidieron un día añadirles un motor, y así nacieron las motocicletas y, para aquellos más apegados a la nostalgia del pedaleo, las mobiletes. Y ahora, con un aire de redescubrimiento, nos llegan las e-bikes, presentadas como la novedad del siglo, cuando en realidad no son sino un eco de antiguas invenciones.

Sostenibilidad y salud

Pero volvamos al meollo del asunto, que no es otro que la sostenibilidad de nuestras elecciones. Usar una bicicleta propulsada por nuestra propia energía no solo es un ejercicio de salud física y mental, sino también un acto de responsabilidad económica y ambiental. En un mundo asfixiado por la contaminación y la explotación desmedida de recursos, optar por un medio de transporte que consume únicamente las calorías que de otro modo malgastaríamos es, sin duda, una decisión loable.

El valor del esfuerzo personal

Por ello, no puedo sino reivindicar el valor de la autenticidad, de la conexión directa entre el esfuerzo y su recompensa. Soy un firme defensor de esa "bicicleta de sangre", como me gusta llamarla, no por un desdén hacia la tecnología, sino por una profunda convicción en el potencial humano y en nuestra capacidad para superar retos sin recurrir a atajos mecánicos.

no e-bike

Una elección consciente

El auge de las e-bikes nos enfrenta a un dilema moral sobre la comodidad y la esencia misma del movimiento. En un mundo donde todo parece invitar a la facilidad, reivindicar el valor del esfuerzo personal es, en sí mismo, un acto de rebeldía. Así pues, alzo mi voz, no en contra de la innovación, sino en favor de un regreso a los principios básicos de movilidad y esfuerzo del ciclismo, principios que nos definen como seres capaces, fuertes y, sobre todo, humanos. Yo, por mi parte, elijo ser 100% motor de sangre, porque puedo, porque quiero y porque, al final del día, el valor de nuestras acciones reside en la voluntad y el esfuerzo que estamos dispuestos a invertir en ellas.

Sobre el autor: Un ciclista apasionado por las historias de autenticidad y desafío, explorando la intersección entre tecnología, cultura y sostenibilidad.