Subir por la solana del Monte Abantos desde el Parking de El Tomillar de San Lorenzo de El Escorial es todo un clásico en cualquier época del año, máxime cuando se quiera evitar el barro de las lluvias que nos han ido acompañando estos días atras del otoño. Por lo que decidí subir a comer después de abrir boca con un Puerto de 1ª Categoría y otro de 4ª Categoría, con unas vistas ideales del Monasterio.

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Ya había subido hasta el Puerto de Malagón con su infernales revueltas finales, pero quería hacerlo completo, hasta cruzar a tierras abulenses poco antes de volver a bajar a la umbria de La Mariposa o zona de Fuente de las Negras, después de pasar la cancela del letrero homenaje al fallecido corredor de montaña ErTumba que muestra la distancia desde EL TOMILLAR.

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Después de un bocata que me supo a gloria comencé el descenso en pos de visitar la CRUZ DEL NIÑO PEDRÍN, uno de los enclaves donde se han producido fenomenos paranormales en nuestra Comunidad de Madrid. Durante el descenso más empinado y roto desde el Puerto de Malagón me percate que había perdido un objeto del tamaño de una pelota de golf, así que tuve que volver subir 1,182 Km. con desnivel Acumulado de 122 m., a pie, para ver si lo encontraba, menuda gracia, después de volver a coronar el Puerto de Malagón, vuelvo a bajar esta vez montado en bici y muy muy despacito para ver si lo encontraba, de regreso donde me percate de la perdida, ya perdida toda esperanza de hallarlo, en un lado de la cuneta alli estaba, encontrarla podría equivaler a encontrar una aguja en un pajar. Tras volver haber hecho el esfuerzo de remontar el collado, los genios que moran esta montaña me había devuelto ese objeto, tras cobrarse un tributo de "esfuerzo", por eso lo que hayáis visto el Desnivel + Acumulado que marcaba mi STRAVA es diferente al track que he colgado en CICLOIDE, con esa variación de algo más de 100 metros.

Al fin llego al borde el camino donde me marca el GPS la perpendicular con el lugar de la Cruz. La valla abierta por debajo indica que ese es el lugar de paso, ¡menuda pendiente! así que tiro pá bajo, por una ladera del 25% de roca viva ideal para ir con zapatillas con calas, y a todo esto con la bicicleta a un lado. 

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Hace un par de semanas el programa de televisión CUARTO MILENIO había estado haciendo un reportaje sobre el lugar y me había picado la curiosidad. A finales de diciembre del año 1892 da comienzo una de las leyendas que más ha calado en los habitantes de la localidad de San Lorenzo de El Escorial. Aquel día desaparecía de forma misteriosa por las calles del pueblo el niño Pedro Bravo Bravo apareciendo muerto en este lugar un par de meses después. Tras aquel terrible suceso, muchas personas afirman haber sido testigos de fenómenos extraños por la zona repleta de leyendas relacionadas con los OVNIs, lo religioso, los lugares de poder y las apariciones fantasmales. Sin ir más lejos, el propio monasterio, según dicen, estar construido sobre la propia entrada al infierno.


Pedrín fue encontrado sin vida el 10 de febrero de 1893. Cuentan que su cuerpo había sido mutilado y que sufrió otros horrores que no serán mencionados. En honor al pequeño, se erigió una gran cruz de piedra en la que fue grabada la siguiente descripción: “El 10 de febrero de 1893, fue hallado en este sitio el cadáver del desgraciado niño Pedrín Bravo y Bravo, víctima del brutal salvajísimo”. 




La cruz en la actualidad se ha convertido en una especie de santuario donde mucha gente de la zona acude a realizar ofrendas y exvotos ya que se le atribuye al niño la capacidad de conceder deseos y peticiones. Si uno se acerca, puede ver monedas, anillos y multitud de objetos que nos dicen indirectamente las peticiones de sus protagonistas. Actualmente no son pocos los grupos de experimentación paranormal que acuden al lugar para intentar obtener pruebas psicofónicas o de cualquier otra índole relacionadas con el caso. 

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Si la bajada había sido de aupa, la subida fue morrocotuda, ante la imposibilidad de arrastrar la bici, tuve que echármela al hombro subir por aquel lanchar de piedra con las calas que no me ofrecían ninguna sujeción. Una vez al borde del camino continuo el descenso con esos colores que ofrece el otoño al caer la tarde.